Una historia sin titulo aparente (de momento)

CAPITULO 1.

¡Qué horror! ¡Es amorfo! Hoy no es mi día ¿Y cuándo lo es? Cojo la goma con rabia y borro los cuatro garabatos que decoran la página de mi libreta de dibujos. Dejo el lápiz y alzo la mirada. Un escalofrió me recorre el cuerpo entero y me pongo tensa de pies a cabeza. –Seguimos esperando, García.- su voz ronca y furiosa me hace volar de la silla. –¿Nos podrías ofrecer el gran honor de explicar lo que acabamos de leer?- no puedo gesticular palabra. Todos me miran con cara de “oh, no sabe que decir. ¡Qué novedad!” me tenso aún más. –No- me miro las manos intentando que se olviden de mi existencia, pero no. – Después de clase me gustaría hablar contigo de un asunto.- Sus ojos color miel se clavan en mi alma, mierda. Levanto la cabeza sin mirarle a la cara y asiento. –Carlota, sigue leyendo por donde te habías quedado.- La voz de la chica alta y rubia de la primera fila hace callar a los susurros de un grupo de chicas que había dos mesas por delante de mí. Me acurruco en mi silla y miro el texto de Lorca que tengo delante. Tercera semana de clase y el profe nuevo te va a echar la bronca, te has superado preciosa.  Miro a mi alrededor. Estoy en la última fila, sola, soy la repetidora y aún no he tenido ganas ni paciencia para hablar con ninguno de mi clase. Mis niñas han pasado de curso ¡Segundo de bachillerato! Dentro de nada las veo con tres hijos y una casa que pagar. Todas y cada una de ellas saben que van a hacer después, tienen muy claro que quieren hacer con su vida después de esta cárcel de apuntes y noches en vela. Y yo… no sé nada sobre nada de todo lo que tendría que saber. De momento, el bachillerato artístico es lo único en lo que quiero pensar, pero está claro que no lo estoy consiguiendo. En mi cabeza surgen dudas y incógnitas que argumento pero nunca puedo llegar a resolver, como por ejemplo “¿Que es realmente un pollo?¿Una gallina o un gallo?” Cosas estúpidas que me pregunto sin ton ni son. Miro a mis compañeros de clase, la gran mayoría son chicas (muy guapas)  y tres chicos no muy bien dotados físicamente. El escalofrió vuelve a recorrerme entera y mis manos se tensan debajo de la mesa.  Víctor ha levantado la cabeza de la hoja y me ha pillado mirando a dios sabe qué mosca. Carlota sigue con su lectura en voz alta. Víctor me hace un gesto con la hoja para que me centre en la apasionante vida de Lorca, pongo los ojos en blanco y hago que me pongo a leer, baja la cabeza satisfecho y me detengo a observarle unos instantes. Es muy atractivo, unos 27 años le hecho, pelo revuelto castaño, camisa vaquera arremangada, pantalones ajustados oscuros que le remarcan muy bien…todo, sus ojos miel, su sonrisa, su cuello,... ¡Lorca! Lorca. ¡Qué gran escritor! Sí. Carlota ha acabado hace rato de leer y Víctor está escribiendo los deberes para el próximo día en la pizarra ¿! Comentarios!? Odio hacer comentarios de texto. La sirena que apunta el cambio de clase o en este caso el comienzo de la media hora de libertad que nos dan para respirar un poco de aire fresco, me sobresalta y me hace dar un pequeño brinco. Comienzo a recoger todo y a meterlo en la mochila, tengo que arreglarla, el agujero que tiene en un lado de la cremallera se hace más grande por momentos. Me levanto y esquivo las mesas, ahora ya bacías, para llegar hasta la puerta.-Sofía, espera – Mierda, me ha pillado. Siempre eres la última, como no te va a pillar. Me paro y me giro lentamente. Allí esta, de brazos cruzados y sentado en el filo de la mesa, mirándome fijamente. No puedo soportar que me miren a los ojos y menos unos ojos como esos. –Ven, siéntate. ¿Tienes prisa?- Niego con la cabeza agachada y me siento a una silla que ha acercado al lado de su mesa. Me miro las manos. Muy bien nena, respira y aparenta normalidad. –No entiendo porque estas tan perdida en clase, Sofía – sé que me observa, pero no puedo dejar de mirar como mis dedos se enredan entre mis manos por culpa de la tensión. – No es un problema de comprensión de la materia, lo sé. Entonces ¿qué pasa? – Un silencio sepulcral interrumpido por unos pasos rápidos que resuenan por el pasillo. Se levanta de la mesa y cierra la puerta de la clase. Se sienta en una silla enfrente de mí. – Soy nuevo en esto, no me lo pongas tan difícil. – su voz es suave y ronca a la vez. – Soy tu tutor, puedes hablar conmigo de lo que sea – suspira y se revuelve el pelo. –Sé que es difícil, dejar a tus amigas, comenzar de nuevo es complicado aunque mucha gente piense lo contrario. ¿Conoces a alguien de la clase? ¿Tienes alguna amiga en este curso? – Niego con la cabeza.- Pues ya tienes uno. Soy un poco vejo  pero mientras que no me hagas hablar de la regla, sujetadores o colores pasados de moda, creo que te puedo servir - ¿! Qué?! No lo dirá enserio? No puedo aguantar la risa y estallo a carcajada limpia. ¿Mi amigo? ¡Pero esto que es! Ya tengo amigas, las cuales me están esperando ahora mismo y me van a matar por llegar tarde a nuestra sesión de chismoteos. Lloro de la risa, me seco las lágrimas entre grandes suspiros intentando recuperar el control. Le miro y tiene una gran sonrisa en los labios, carnosos y bonitos labios, y paro. – ¿Que te hace tanta gracia? – me dice con una carcajada al final – El hecho de que pienses que estoy sola en el mundo, que creas que las tías solo hablamos de nuestra hemorragia intima mensual y que hayas reconocido que, en efecto, eres viejo.- La risa se vuelve a apoderar de mi pero esta vez no estoy sola, su risa me acompaña, me hipnotiza por un segundo y me quedo embobada mientras me intento secar de nuevo las lágrimas rebeldes que se escapan de mis ojos. – Vale, si no es eso. ¿Me puedes decir porque estas tan desconcentrada en las clases? – me dice aun con su impresionante sonrisa en la boca. –No lo sé, un bajón supongo.- Digo mirando de nuevo mis dedos enredados. –Ahora te vas a casa, ¿no? La profesora de dibujo os ha dejado de guardia. – dice cambiando de tema y mirando el reloj de mi muñeca. Ya ha pasado media hora. Mar me va a descuartizar y a tirar a los cerdos en cuanto me vea. Suena la sirena. –Sí. – Digo levantándome y cogiendo la mochila del suelo. –Vale, espera que te acompaño. Yo también termino ahora.-

Pues nada, aquí estoy. Caminando por los pasillos al lado del profesor más guapo que he visto en mi corta e ingenua vida. –Te puedes creer que aún no se me el nombre de ningún profesor del instituto? Ni siquiera me han invitado a ir a tomar café.- Me mira de reojo esperando una burla que, como bien sabe, llegara.-Sé que es difícil ser el nuevo, ¿No tienes ningún amigo? ¡Pues ya tienes uno! Mientras que no me hagas comentar el culo de ninguna tía, saludarnos con golpes como bestias ni hablar sobre el último partido de futbol que jugo el Madrid, creo que te puedo servir. – Se hecha a reír encogiéndose hacia adelante, su risa me contagia y me pongo a reír con él. – ¿Me estas tomando el pelo, señorita García?- Dice sin parar de reír.-Jamás mi querido profesor.-

Entre bromas y risas llegamos a la planta baja donde aún había gente  entrando al baño a toda prisa para darse los últimos retoques antes de subir a clase. Pringados, que disfrutéis las tres horas que os quedan. Yo os animare desde mi sofá mientras veo MTV. –Voy a firmar conforme me he ido ¿te esperas aquí?-miro hacia arriba y me encuentro a esos ojos castaños mirándome fijamente. Asiento y se va hacia la sala de profesores esquivando a los salvajes de primero de ESO. Me recuesto en la pared y vuelvo a mirar al baño, todas repasando el maquillaje y peinándose enfrente de un espejo diminuto. ¿Porque se pintaran? Nunca lo he entendido. El maquillaje es como una máscara, no te deja ver quién eres en realidad. Es una cara falsa. Yo no soy guapa, pero tampoco quiero ocultar mi fealdad debajo de un quilo de productos químicos que, supuestamente, camuflan las imperfecciones. No, definitivamente no creo en el maquillaje. Me coloco la media melena teñida de castaño claro a un lado y miro hacia el pasillo casi desierto que va a dar a los talleres. Las ultimas chicas suben corriendo por las escaleras intentando que sus peinados no se descoloquen con la carrera. Miro a los baños y me encuentro con unos ojos. Unos ojos conocidos. Que salen del baño de al lado, el de los chicos. Unos ojos puestos en una cara que corona un cuerpo alto y bien dotado gracias a las horas de entrenamiento en futbol. Bruno. Me pongo tensa. Nunca he hablado con él, hace cuatro años íbamos a la misma clase y nunca fui capaz de dirigirle dos palabras coherentes seguidas. Me gustaba, me gustaba mucho. Pero ya no. No te gusta, mira hacia otro lado. No puedo. Fue el primer chico que me gusto de verdad. El sigue caminando sin prisa. Va a pasar por mi lado. Y yo no sé dónde meterme las manos, ahora mismo me las cortaría. – ¿Has repetido Primero? Te he visto por el pasillo…- ¿Qué? Responde algo joder, no te quedes callada o pensara que eres gilipollas. Digo más gilipollas de lo que pareces, claro.- ¡Sí!- Mierda. –Vaya, yo estoy en el humanístico. Tú en el artístico, ¿no? Me acuerdo que dibujabas muy bien. –Su sonrisa, dios. Espera, se acuerda de mí. –Sí. No me fue muy bien el año pasado, demasiadas cosas en la cabeza. ¿Humanístico? ¿Tu? Si no recuerdo mal, ¿lo tuyo no era el deporte?- muy bien, ha sonado bien. Ahora si dejas de hacerte nudos en las manos parecerás normal y todo.-¡ya! Pero bueno, se necesita algo más jugoso que un simple modulo para conseguir lo que te propones. – se queda callado con una sonrisa escondida, de esas que le salen tan bien. Se nota que se ha hecho mayor, ya no tiene esa cara de niño que tenía antes. Ahora es un hombre. Me está mirando a los ojos, ¿desde hace cuánto? No lo sé. Miro hacia el suelo. Esto se está poniendo incomodo, al menos para mí.-De verdad que no puedo Lisa, mañana si todo va bien ya veremos. ¡Adiós! – Víctor. Gracias a dios. –Me han entretenido, lo siento. – me dice con cara de cansancio sin inmutarse si quiera de semejante monumento que tenía a mi lado. Son casi de la misma altura, y yo con mi metro sesenta me siento pequeña ante estos dos muros de carga. –Bueno Sofía, ya nos veremos – Bruno, se fue a paso rápido por las escaleras que llevan a la primera planta. – ¿Un amigo? – Dijo con media sonrisa mi guapo profesor.- No.- Respondí secamente mientras comenzaba a caminar a paso ligero hacia la puerta de salida, seguida un paso más atrás por Víctor, mi atractivo y nuevo profesor de literatura castellana.
 
CAPITULO 2
Yo y mi don de estropearlo todo. No podría haber tenido el don de la sabiduría o el de tocarme la cabeza con el pie, no. Mi don es cagarlo en todo y con todos. No sé porque me ha entrado este ataque de impotencia después de hablar con Bruno, pero sin querer lo he pagado con Víctor. Me persiguió hasta la calle preguntándome porque tenía tal grado de rabieta encima y no le pude contestar, no dije nada y seguí caminando. Si no yo sabía lo que me pasaba, ¡Como mierda se lo iba a contar a él! Ni que le conociera de toda la vida, es mi profesor y nada mas. Me atrapo en varias ocasiones con facilidad, me ofreció acercarme a casa con su coche pero me negué. Necesitaba pensar en lo que me pasaba, calmarme y escuchar música mientras observó a la gente que camina por mí alrededor. Me tranquiliza mirar a la gente, no sé porque. Eres rara. Lo sé, es una de mis cualidades. Prometí a Víctor que le dejaría un correo electrónico cuando llegara a casa, me amenazo con llamar al ejército si no lo hacía. No he podido evitar dedicarle una sonrisa después de ese comentario, cosa que a él le basto para subirse al coche un poco más tranquilo. Hace cinco minutos que se ha ido. Bueno, pongamos música a mi cabeza y comencemos a procesar todo lo ocurrido. Unorthodox Jukebox de Bruno Mars, sonando a todo volumen en mi pensamiento. Bruno, que oportuno.  No tenía suficiente con uno en mi cabeza, ahora tengo dos. Calla o nos darán las uvas.
¿Por qué me he puesto así? Esa no soy yo. Yo no pillo rabietas. Te gusta. No. Dije que nunca más me gustaría un chico como el, así que es imposible que eso sea cierto. Te jode lo que tú ya sabes reina, no lo puedes negar. Sabes que él es un chico de alta gama y tú... no me hagas decirlo. Que la gente con la que se mueve no es como la tuya, es como si él fuera un tigre y tu una ardilla. Aunque hubiera la más mínima posibilidad de que pasara algo, sería una catástrofe medio ambiental. ¿Un tigre y una ardilla? ¡Es física y científicamente imposible! Indirecta directa pillada. ¿Así que es eso? No es una rabieta, es frustración. Frustración de no poder llegar a expirar más de lo que veo. Todos soñamos con conseguir un alguien perfecto, pero una cosa tengo clara, no pienso cambiar mi forma de ser para convertirme en algo artificial para intentar conseguir algo imposible. No tengo ropa de marca, las bambas son el zapato más elegante que tengo y no me maquillo, a duras penas me peino. No soy una señorita de punta en blanco y ni ganas de serlo.
Esta conversación ya la tuve y gracias a ella supere mi primer enamoramiento estelar con grandes logros, hasta hoy. No puedo negar que a lo largo de este tiempo he sentido cosas por otros chicos, pero evite que las orugas se convirtieran en mariposas y las ahogue con helado de vainilla sin darles opción a opinar. Nunca he estado con ningún chico. Nunca he tenido novio y por difícil que parezca sigo viva. Cuando lo cuento me miran como si me hubiera salido un cuerno o un tercer ojo ¿Tan raro es? No sé. Quince minutos de paseo después, llego a mi casa más tranquila y relajada. Estoy sola en casa, mi madre y mi padre trabajan hasta la tarde y la Moni está en el cole hasta las cinco. Me tumbo en la cama y apago la música. Veinte mensajes de Mar en le WhatsApp. Se ve que me ha visto con Víctor por los pasillos y quiere que le cuente el porqué de tal paseo con el nuevo profesor. Le digo un simple “mañana hablamos” con un emoticono de un beso y me pongo a calentar el taper de hoy. Albóndigas, mira lo bueno… podrían haber sido lentejas. Son las doce pero tengo un hambre terrible, no he comido nada en toda la mañana. Me las como directamente del taper mientras escribo un correo para Víctor, solo le pongo que estoy mejor y que he llegado a casa sin ser violada. No quiero visitas inesperadas, no creo que tenga tantos aperitivos para alimentar a todo un ejército, así que se lo envió lo antes posible. Hecho. Sera mejor que me ponga el pijama, no pienso salir en todo el día. Me acurruco en mi hueco del sofá mientras miro cualquier basura que esté echando en MTV. El ruido de la tele y el cansancio me van pasando factura. Los ojos me pesan y casi no entiendo lo que dicen.  Todo se queda en un susurro que se va alejando lentamente hasta que el sueño me envuelve y no me suelta hasta pasadas unas largas y reparadoras horas.
 
CAPITULO 3
 
La mañana se me hace eterna. ¡Estoy agotada y solo estamos a miércoles! Le doy los últimos retoques al dibujo de hoy y se lo entregó a la profesora justo al sonar la vendita sirena.  Salgo de la clase justo detrás de mis compañeros que corrían por el pasillo que daba a la cafetería, es la media hora sagrada de los estudiantes y no se puede perder ni un instante. Sigo a la multitud cuando a lo lejos veo a Víctor que sale de la clase de lengua, con su cartera de cuero oscuro colgada de un hombro, concentrado en su manojo de llaves mientras los alumnos le esquivan como pueden. –Clase de lengua, llave cuadrada con la tapita de arriba naranja oscuro.- le digo cuando llego a su altura. Me mira y al verme me sonríe, coge la llave y cierra la puerta con éxito. – Gracias, aun no me aclaro con tanta llave. ¿Vas a la cafetería?- asiento – Lisa, tu profesora de francés, me ha obligado a tomar un café con ella.- dice con una mueca difícil de clasificar, no puedo evitar reírme. ¿Lisa? ¿La alemana que da francés en inglés? En menudo lio se acaba de meter el pobre. – Parece buena persona – dice riéndose también él. ¿Buena persona? – Cuando te viole y te entierre en un parque para perros, hablamos.- No hace falta decir que nuestra relación siempre ha sido un tanto complicada, me llamo estúpida porque le pregunte una duda sobre gramática. Perdone señorita Lisa, si usted se dignara a decantarse por un idioma, a poder ser el que se supone que me tiene que enseñar, puede que esas dudas no se realizaran con frecuencia, atentamente  la estúpida de la última fila. Víctor y su risa perfecta me saca de mis pensamientos.
Bajamos hasta la planta de la cafetería junto a medio instituto más y a lo lejos veo a mis niñas, sentadas en el suelo, riendo y haciendo el estúpido como si nadie más pudiera verlas.- tus amigas, ¿no? – asiento con orgullo y una sonrisa de oreja a oreja. Me sonríe y agita la cabeza como diciendo “no se ni para que pregunto”. Solo ellas son capaces de que la normalidad sea un calificativo negativo. Miro hacia las mesas de la cafetería y me encuentro con una melena rubia y larga que acaba en unos pantalones ajustados acompañados de unos grandes tacones. Lisa ha sacado toda la artillería ¡Casi ni se nota que tiene 40 y tantos! –Parece que tu “amiga” te espera.- Le digo intentando contener la risa, me mira con cara de fastidio y se va no sin antes darme un empujón amistoso.  Me quedo de pie mirando cómo se acerca a Lisa y le da dos besos. Cuidado Víctor, con la de maquillaje que lleva como le roces mucho se le borrara la cara. Pobre, es demasiado bueno como para negarle algo a una anciana. Me dirijo para el rincón donde está mi tribu, la cual me observa mientras me acerco con cara rara.- Se os escucha desde el segundo piso.- digo mientras me siento al lado de Mar dejando la mochila delante de mis pies. Pero no responden, silencio, no dicen nada, ni la típica burla sobre mi moño mal hecho o mis calcetines desparejos. Nada. Las miro una por una, sus caras son distintas pero su expresión es la misma. Es esa expresión que pones cuando tu madre te dice que se ha comprado una faja nueva o cuando te das cuenta que te has dejado un euro en el bolsillo de ese pantalón que acabas de poner en la lavadora. –¿Qué pasa?- no aguanto más. Me estoy poniendo nerviosa. – ¿Que se supone que haces con ese profesor? - Dice al final Laura. – Antes de ayer no viniste al patio por que estabas con EL, te vieron salir con EL a la hora de guardia y ahora apareces con EL confirmando nuestras sospechas…- dice Cris con un tono duro y acusador. - ¡¿Te estas liando con el profesor buenorro de lengua y no nos dices nada?! – salta Mar acompañado de un golpe brusco haciendo que pegue un respingo del susto. !¿Qué estoy haciendo qué?! ¡No! -¡Pero que cojones decís! Es mi tutor y hay buen rollo, pero nada más. – digo gesticulando exageradamente. No parecen convencidas y sus preguntas se alargaron diez largos minutos hasta que acabe de explicar todo lo ocurrido. Se quedaron satisfechas con mis argumentos, algunas más que otras, dejamos el tema aparcado para otra ocasión y se pusieron a comentar las pintas que llevaba hoy una tal Anabel que, al parecer, es todo un putón verbenero. Llevo un rato perdida en la conversación. Me he quedado en las chichas que le marcan los leggins de leopardo a la pobre Anabel. Me pongo a mirar a la gente que está hoy en la cafetería. ¡¿Soy yo o los de la ESO encojen por momentos?! Cada día son más pequeños. Mides uno sesenta, será mejor que no saquemos el tema de la altura. Mejor. Un conjunto de risas grabes me sobresalta. Miro hacia el pasillo y un grupo de chicos se sientan en un banco largo de madera que está delante de nosotras, en la otra punta del pasillo. Hacen comentarios que solo ellos entienden y se ríen a carcajadas. Hombres. Seguro que era un chiste verde de esos como los que me cuenta mi tío en la mesa de navidad, cuando el champan ya le ha pasado factura. Vaya, es el grupo de Bruno. ¿Dónde estará él? En realidad no me importa. Suena la sirena. Se acabó la media hora de libertad de hoy.

CAPITULO 4
 
(He eliminado este capitulo porque no me acababa de convencer del todo por donde iba la historia, en cuanto lo termine lo colgare)

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